encuesta obrera”, retomada por algunos militantes en los años 60, debido la constatación del naufragio del movimiento revolucionario en la posguerra: si en los dos lados del muro de Berlín la explotación del trabajo seguía a todo vapor, nada estaba resuelto. Era necesario volver la atención a las luchas concretas que surgían en este nuevo escenario, ya que sólo ellas podrían ofrecer una perspectiva de transformación real.
Es en las disputas de cada tiempo histórico que la clase obrera toma forma. Al igual que el futuro, no está dada: no es una identidad fija y atemporal, sino que se transforma junto al capitalismo. Desde la llamada reestructuración productiva, el proletariado es una incógnita. Mientras que durante el periodo fordista él ocupó un lugar cada vez más claro en la escena política, sus últimas apariciones son esquivas, confusas. Y si el interés por la “encuesta obrera” recupera un viejo nombre para una práctica política de investigación, en una época en la que la explotación hace mucho que ha traspasado los muros de las fábricas, consumiendo cada segundo de la vida, y en la que el sufrimiento y el control son los mayores productos de cualquier trabajo, ¿no sería más apropiado tener en vista una “encuesta antiobrera”?
La experiencia negativa del trabajo en la actualidad nos obliga a reconsiderar hasta las tareas que parecerían obvias. Cuando las luchas no generan ninguna “acumulación organizativa” que no se vuelva contra sí misma y la propia militancia parece estar siempre a un paso de la gestión de lo posible, sólo en los momentos de conflicto abierto se vislumbran chispas de rechazo u oposición frente al orden existente.
Al mismo tiempo, el esfuerzo por intervenir en estas irrupciones efímeras produce una especie de “militancia freelance”, que refleja la fluidez y la disgregación del mundo alrededor: la organización militante también se dispersa en la neblina. Reconocer esta condición de inestabilidad significa asumir nuestra práctica como “residuo” y no como “acúmulo”; momento de recoger fragmentos, elaborar las derrotas y estar alerta a los próximos temblores.
Utilizando nombres que van y vienen junto a las luchas, nos hemos esforzado por palpar el terreno y formular el impasse como punto de partida para la acción y la reflexión. En este sítio, reunimos algunos resultados provisionales de nuestra investigación militante, para quizás encontrar a otros navegantes inquietos a la deriva.
Hace casi dos siglos, acosado por la guerra de clases que encendía las calles de París, un aristocrata escribió: “Estoy cansado de pensar, una vez más, que hemos llegado a la orilla, y descubrir que sólo era una engañosa niebla. A menudo me pregunto si la tierra firme que buscamos desde hace tiempo realmente existe, o si nuestro destino es sólo enfrentarnos a la tempestad del mar eternamente”. A este lado de la trinchera, todavía aturdidos, tratamos de preguntarnos: ¿pero es realmente la seguridad de tierra firme lo que buscamos?
Un grupo de militantes en la neblina
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